“Que pereza ir a la u”“Que pereza ir a la u”, ese fue mi pensamiento cuando faltaban quince minutos para ser la hora de ingresar a clase, pese a esto inicie mi camino.
Salí de casa y tomé un maltrecho bus que me conduciría al tan evadido lugar y momento, me subí al bus, que afortunadamente tenía algunas sillas vacías, tome asiento mientras el conductor sostenía una lucha con uno de sus colegas. En un momento el bus se detuvo, en ese instante se subió un hombre ya mayor con su hija, una niña pequeña que traía una ropas muy viejas y maltratadas, este amigable hombre pertenecía a una comunidad cristiana expresó que según él ayudaba a las personas menos favorecidas, víctimas de la drogadicción y la violencia, el señor habló por aproximadamente cinco minutos, y leyó un fragmento de la Biblia, esto con el fin de ablandar los corazones de los pasajeros, lastimosamente no lo logró, ya que traía impregnado en sus ropas un intenso olor a cigarrillo y aguardiente, el hombre muy ofuscado se bajó del bus diciendo que todos los ocupantes éramos “una partida de tacaños”, en fin, continuamos el camino hasta llegar a la Avenida 39 con Carrera 17, ese era mi lugar de bajada , oprimí el botón del timbre, mientras con mi otra mano me sostenía fuerte de la baranda para no caerme por las fuertes sacudidas del bus, pero el amable conductor me dejó en la Calle 45 con Carrera 17, desde ese punto caminé hasta la universidad que se encontraba a unas cuantas calles de distancia, en el camino saque de mi bolsillo un cigarrillo y lo encendí, mientras tanto pensaba si entraba o no a la clase del señor Piedrahita, al fin, por un cotidiano sentimiento de responsabilidad, tomé la decisión de asistir a la tan nombrada clase. Terminé mi cigarrillo tratando de quemar tiempo para que se acortara la estadía en el aula, bote la colilla al piso, mientras sacaba lentamente el humo que quedaba de mi boca, entré a la universidad. Después de atravesar una extensa zona social por fin pise la puerta de la sede, desde ese punto se podía ver la puerta del aula donde evidentemente no quería estar, pero irremediablemente tenía que ingresar, di un par de pasos más hasta la puerta que se encontraba abierta, mire hacia dentro del salón y el profesor Piedrahita se encontraba al parecer acorralado por algunos estudiantes que le manifestaban su inconformidad por la publicación de las notas de segundo corte, él estaba decidido a no cambiarlas, pero después de tanta insistencia por parte de los alumnos cambió de parecer y pensó ayudarnos para no perder el tan luchado segundo corte. Al fin terminó la agitada discusión, las decisiones estaban tomadas y todos estaban contentos, el profesor inició a su clase, con una pequeña crítica respecto a nuestro comportamiento en el segundo periodo académico, que fue bastante constructiva, aunque la verdad confieso que pensé que sería un poco mas fuerte, teniendo en cuenta los eventos previos que se presentaron en la clase pasada, en la que él manifestó su gran desagrado por algunos trabajos que le presentamos y por los cuales se disgustó y expresó su desacuerdo de una forma que para muchos sería algo exagerada, pero bueno menos mal en esta oportunidad el profesor pudo controlar sus impulsos y hablar civilizadamente. Posterior a esto se dio inicio a la clase introduciéndonos en el maravilloso mundo de la crónica, nos documentó sobre los pasos que debían seguir y lo que no se debía hacer para la construcción de uno de estos documentos que relataría más adelante desde la salida de mi casa hasta finalizar la clase del profesor Jorge Armando Piedrahita.
POR: JEAN MICHEL VELASQUEZ